Planeando cursos con IA: los docentes y ChatGPT

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De la regla de cálculo a la calculadora digital

Tenía pocos años cuando descubrí entre los objetos de mi casa un dispositivo compuesto por tres regletas paralelas, dos fijas y una móvil, y en un extremo, un marcador transparente con líneas guía. Mi padre me enseñó que se trataba de la famosa regla de cálculo, una poderosa calculadora analógica que fue compañera inseparable de su vida como ingeniero en pleno siglo XX.

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Las reglas de cálculo estuvieron presentes en todos los salones de clase hasta los años 70.

Fuente: Janeznovak, CC BY-SA 3.0

Este instrumento fue de uso común por estudiantes y docentes de ingeniería alrededor del mundo hasta que, a mediados de los años 70 se popularizó la calculadora digital de bolsillo, que permitía hacer los mismos cálculos con mucha mayor facilidad y precisión. El resto de la historia es bastante conocido por todos.

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Una de las primeras calculadoras digitales de CASIO.

Fuente: Celcom, CC BY-SA 3.0

Me pregunto ¿cuál fue la impresión de los docentes de ingeniería de la época al enfrentarse a las calculadoras digitales ampliamente utilizadas por sus estudiantes? ¿Qué resistencias hubo en “defensa” de las habilidades del cálculo mental? ¿Qué cambios se tuvieron que dar en los textos, en los contenidos de las clases y en las evaluaciones?

La calculadora digital facilitó a los estudiantes el desarrollo de sus evaluaciones y proyectos, con la correspondiente oposición de muchos sectores que argumentaron la pérdida de capacidades cognitivas que son fundamentales para la resolución de problemas.

Desde mi punto de vista, el problema de resolver problemas no se facilitó, sino que se complejizó. Encontrar la “respuesta correcta” ya no fue tan exigente gracias a la calculadora digital. El problema se concentró en la interpretación y uso de esa respuesta correcta. Mi padre tuvo que vivirla, como estudiante y como docente posteriormente, y en el fondo, fue su capacidad de adaptación la que estuvo a prueba.

La revolución llegó, ¡viva la revolución!

Estamos viviendo un momento similar al de la llegada de la calculadora digital. Una nueva tecnología está permeando nuestras clases y como es normal, al principio estamos confundidos, podemos ignorarla e incluso rechazarla. Pero por todos es conocido que llegó para quedarse.

Estamos en medio de una revolución similar a la que vivió mi padre en los años 70. Enseñar la ingeniería exige, en muchas ocasiones, que el estudiante resuelva problemas donde se analiza una situación, se determina un modelo a implementar, se obtienen los resultados, y se analizan en el contexto del problema. Pero la revolución ha llegado como una oleada de incógnitos recursos que ahora hacen presencia en nuestros salones de clase y no sabemos qué hacer con ellos. Así como en el caso de la calculadora digital, ahora, la IA nos plantea retos cada vez más profundos sobre cómo compatibilizar sus posibilidades y las necesidades cognitivas y de resolución de problemas que tienen los estudiantes de ingeniería.

La revolución de la IA es como una marea: crece y crece sin descanso. Así la concibe Anthony Bravo, director del Basingstoke College of Technology en Hampshire (UK) en un artículo publicado recientemente por BBC. El Director Bravo y sus colegas exponen los mecanismos que vienen utilizando para no naufragar en la marea. Destacan que desde la misma institución, se han delegado expertos en el uso de ChatGPT para asesorar a estudiantes y docentes en el uso ético, responsable y eficiente de estas herramientas para las actividades curriculares. El cambio no ha sido fácil, pero sí es necesario. ¿Y nosotros?

Entre Profes… ¿ya usas ChatGPT?

Todo docente se plantea las cuestiones de Gould al inicio del semestre (o al menos debería hacerlo): ¿Los objetivos de mi curso son relevantes?, ¿Las evaluaciones propuestas miden el desempeño de mis estudiantes? y ¿Mi experiencia está alineada con estos objetivos? De las respuestas se obtienen modificaciones al sílabo, nuevas didácticas en la enseñanza y actualizaciones de los exámenes que hemos contemplado para el curso. Estoy seguro de que cada docente lo hace al menos una vez por semestre.

Las tres preguntas son planteadas por Holly Gould, experta en educación superior de la Universidad de Lynchburg, y han estado en mi lista de “tareas recurrentes” desde su publicación en 2023. Es mi mecanismo para procurar mejorar mi labor docente, sin tener que sumergirme en complejos modelos pedagógicos que me supondrían estudiar una nueva carrera. Keep it simple, stupid.

Ahora unamos los dos temas: ¿Cómo puede una IA como ChatGPT ayudarnos a responder las preguntas de Gould? Me gusta considerar a ChatGPT como un asistente multifacético que puede asumir el rol de par profesional. De hecho, lo utilizo frecuentemente para apoyar el re-diseño de mis cursos y evaluaciones, a partir de las respuestas obtenidas en las tres preguntas de Gould. Pero, su potencial es muchísimo más amplio. ChatGPT se puede convertir en un asistente para la planeación, desarrollo y evaluación curricular.

Los objetivos y temáticas de nuestros cursos pueden ser revisados y evaluados por ChatGPT y se obtienen valiosas sugerencias que el docente sabrá tamizar y pulir para incluirlas en su plan curricular. Asimismo, los contenidos de clase, que pueden ser condensados en matrices, presentaciones, o guías escritas, también son estudiados por ChatGPT, para obtener sugerencias acerca de tópicos para mejorar según el desempeño de los estudiantes. Una búsqueda por técnicas para dinamizar las clases puede ampliar el espectro de actividades creando una experiencia mucho más fructífera para el estudiante. Ni qué decir de las evaluaciones y exámenes, donde podemos alinear las preguntas hacia los objetivos de aprendizaje y las temáticas más importantes para cada grupo de estudiantes.

Pero, así como existen usos superficiales de la Inteligencia Artificial para la oficina o el estudio, también hay técnicas avanzadas. ¿Qué les parece si en lugar de tener que repetir prompts para ChatGPT cada vez que tengamos que trabajar con la IA para mejorar nuestros cursos, optamos por entrenarle para que a partir de unas breves instrucciones sea ChatGPT quien nos vaya guiando acerca del tipo de mejora que necesitamos? Bien es sabido que un buen prompt debe contar con tres componentes: Tarea a realizar, Instrucciones y Contexto. Pues bien, podemos desarrollar un prompt especializado para que sea ChatGPT quien a manera de cuestionario de “sistema experto” vaya construyendo los contenidos que necesitamos sin tener que pasar por la escritura de todo el prompt. Ethan y Lilach Mollick, del Generative AI Lab en Wharton, presentan un muy interesante tutorial para construir lo que denominan un “blueprint” o plano esquemático de los prompts que deseamos desarrollar. El origen: la necesidad de utilizar a ChatGPT como un asistente, el problema: repetir y repetir las instrucciones, la solución: un prompt para que ChatGPT aprenda a hacer sus propios prompts. Esto es lo que llamo uso avanzado de una herramienta.

Al igual que en el caso de los estudiantes, ChatGPT plantea retos éticos para los docentes. Delegar el control absoluto de un curso en esta tecnología es un sinsentido. Sería como si delegáramos en una calculadora digital, la construcción de un puente. Nuestro rol docente está llamado a crecer, a reinventarnos, a proponer mecanismos educativos que, basados en más de 2000 años de aprendizaje, nos permita dar un paso más, como lo han venido haciendo quienes nos precedieron.

Ahora volvamos a la realidad. En pocos días iniciaremos un nuevo semestre. Estamos trabajando en la actualización de nuestros cursos. Las tres opciones son: no hacer nada y continuar en la mediocridad de un curso repetido; introducir cambios graduales que introduzcan temáticas de nuestros campos de trabajo; o usar una IA como tu asistente o par profesional para revolucionar tu curso. La revolución ha llegado, y la mesa está servida.